Conociendo la Co-parentalidad
Cynthia Espinosa Vera
Siempre que haya vida existirá el cambio, es así como la familia, evoluciona constantemente, no solo internamente con el paso de los años y los cambios de sus propios miembros, sino también socialmente al cambiar los paradigmas que se tienen respecto a la familia, los roles de género y funciones de los padres y madres, su participación en ámbitos laborales, distribución del trabajo doméstico y en las formas de crianza.
Además, los datos proporcionados por el INEGI, señalan una marcada tendencia a los divorcios desde el 2000 hasta el 2020, informando que existe una tasa de 31.7 de divorcios por cada 100 matrimonios, sin considerar aún la pandemia. Esta realidad, entre otros factores, es lo que lleva a que la familia hoy en día pueda verse de muchas maneras, así como la forma de ser madres o padres y la forma en la que se crían los niños y niñas ahora luzca diferente.
Si bien, con los datos anteriores es fácil normalizar el divorcio y colocarlo como algo normal del ciclo vital actual, sigue siendo un proceso difícil para todos sus miembros, ya que implica una crisis y, por ende, un proceso de re-organización familiar, que tiene consecuencias en varios planos, desde los emocionales, hasta los más prácticos como el cambio de residencia, en la economía, entre otros, convirtiéndose así en una experiencia que trae consigo inestabilidad y desequilibrio.
En la mayoría de los casos, el divorcio suele tener como origen una serie de interacciones y discusiones disfuncionales que han tenido lugar en el pasado, o que suceden en el momento presente, que generan un deterioro progresivo de la relación de pareja y cuyos efectos pueden perdurar, incluso, después de la separación física si no son abordados y trabajados.
Aunque son diversos los motivos por los cuales se da la ruptura de esta unión, esta implica la separación de un proyecto de vida, de sueños, emociones e incluso ilusiones que alguna vez se compartieron, por lo cual se siente como una pérdida que genera dolor y angustia, no solo para la pareja, sino también para los hijos. Como toda pérdida, esta trae consigo un duelo que no es igual para todos, a algunos les puede tomar más tiempo y a otros menos, aunque sí o sí es sin duda la experiencia simultánea de muchas emociones, como tristeza, abandono, enojo, alivio, culpa, entre algunas más, así como, para los niños es incluso interpretado como una amenaza a su seguridad personal. Por ello que no importe el cómo se dé el divorcio, este es una pérdida que se debe enfrentar y elaborar, de manera conjunta e individual en la familia.
Es frecuente que se presenten problemáticas con los hijos e hijas, relacionados con intentos de alguno de los progenitores por limitar u obstaculizar la relación con el otro, dañando el vínculo mediante comentarios o acciones, que a su vez puede dañar irreparablemente a los niños y niñas al volverlos espectadores de la lucha de poder. También, algunos padres pueden llegar a buscar ayuda y consuelo en los hijos, lo cual lleva a los niños, niñas o adolescentes a asumir roles de conciliadores y contenedores emocionales de sus progenitores, incluso de sus hermanos cuando los hay. Es importante entender que este tipo de problemas tiene como origen las dificultades para separar el conflicto conyugal, el proceso de duelo de los padres, la aceptación de la situación y el perdón de la ex pareja, de las funciones y responsabilidades que tienen como padres, las cuales tienen efectos importantes en el desarrollo de los niños, niñas y adolescentes, ya que afectan principalmente su regulación emocional, autoestima, el área escolar y sus relaciones interpersonales.
A pesar de que no exista un manual para aprender como llevar a cabo este proceso, es seguro que requiere tiempo, paciencia, esfuerzo y un trabajo constante, sobre todo por parte de los adultos, esto porque, se debe entender que el divorcio es la terminación de la relación de pareja, más no la separación de la unión familiar o de la relación padres/cuidadores e hijos. Por lo tanto, el cómo logren separar los conflictos que tuvieron como pareja de sus funciones como padres, será el factor que influya en el deterioro o la restauración de los lazos que los unan con sus hijos, ya que la parentalidad está presente en parejas que conviven y en las que no lo hacen.
La parentalidad es entonces la capacidad que tienen los cuidadores, los padres y madres para cuidar, proteger y educar a los hijos, a través de las cuales se les trasmite amor, valoración, identidad y hasta normas, así es como en el trato que reciben de sus padres, madres o cuidadores, los niños y niñas aprenden a conocerse a sí mismos y a su entorno. Es por ello que, mientras existan ambos progenitores, la parentalidad incluye la co-parentalidad. En este sentido, compartir la parentalidad es una decisión, se trata de emprender esfuerzos por buscar posibilidades, negociaciones y acuerdos en los cuales se coopere entre sí, con un objetivo en común que es la crianza, de tal manera que ambos se encuentren implicados activamente en la vida de sus hijos, más que gastar energías en decidir quien de los progenitores es “mejor” que el otro. Elegir la co-parentalidad también implica pasar por momentos de equilibrio y altibajos, no es estático, sino fluido y, aunque es compleja, la forma en la cual se compartan estas responsabilidades, puede ser muy versátil y se puede ver de distintas formas, con variaciones de acuerdo con cada familia, pero se caracteriza por la disposición de ayudar y permitir ser ayudado por el otro padre o madre en beneficio de los niños, niñas y adolescentes.
Por lo tanto, el divorcio produce cambios importantes, incluso llega a sentirse como empezar una nueva vida, quizás así sea y junto con esos cambios se abre la oportunidad para re-descubrirse y re descubrir a la ex pareja desde otro momento en la vida, como amigo, compañero, persona, y, en este caso, como padres o madres, así que la pregunta a realizarse es ¿Qué padres queremos ser para nuestros hijos a partir de este momento? La respuesta a esta pregunta puede estar, en un primer momento, sesgado por las emociones que aún se siente hacía la ex pareja y la ruptura, por lo que el acompañamiento terapéutico resulta beneficioso, pues ahí surge el espacio donde un profesionista escucha, comprende y ayuda a travesar esta situación. Es por ello que, a pesar de que es importante contar con un buena red de apoyo que la compongan, familiares, amigos o colegas, el acompañamiento de un profesional en salud mental facilita la adaptación a la ruptura y a esta nueva vida, de tal manera que no se de la terminación de la relación padres e hijos, sino solo la relación afectiva de pareja.
Es posible generar la co-parentalidad incluso cuando está pareciera imposible o inexistente, existen alternativas para no hacer del divorcio un proceso largo y desgastante para la familia, con el menor de daños colaterales posibles, asegurando que no repercuta negativamente en los hijos, entre estas alternativas se encuentra la mediación, la terapia familiar e individual, así que no dudes en acercarte a un profesional si estas pasando por el divorcio.
Cynthia Espinosa Vera es egresada de la Universidad La Salle Pachuca. Maestra en Terapia Familiar por la misma universidad y colaboradora de Good Life Terapia, si deseas agendar una sesión con ella, escríbenos WhatsApp: 77-14-35-44-21
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