Por Angélica Janneire García López
Tengo una consultante que lleva años notando que se siente molesta en sus relaciones. Me cuenta que evita hablar de sus necesidades porque no quiere que los demás se incomoden o crear discusiones. Aunque al principio siente alivio por no causar "mayores problemas", al final se da cuenta de que está aún más molesta porque esas conductas se repiten una y otra vez, sin que los demás presten atención a sus necesidades.
Ante su problema, abordamos los límites. Llevar a cabo tus límites es una acción que requiere práctica constante, que se ensaya y se aprende; también tendremos que lidiar con la incomodidad que puede causar en los demás y en nosotros. Esto no implica que otra persona cambie, más bien nos permite identificar la conducta del otro que nos está lastimando y, en consecuencia, actuar desde nuestras propias acciones para protegernos de ello.
Entonces, podemos entender los límites como acciones que realizamos con la intención de cuidar, defender y mantener nuestros derechos ante situaciones que nos parecen injustas o que atentan contra nuestra salud mental y nuestra estabilidad emocional.
Los límites emocionales son como los límites físicos: una puerta cerrada, un letrero de "no pase", el semáforo en rojo; es el espacio entre tú y las demás personas. Los límites también necesitan expresarse para que otros puedan identificarlos. Lo mejor de todo es que no son un "don". Identificar, validar, delimitar y llevar a cabo las acciones que te permiten mantener tus fronteras implica una serie de habilidades que se pueden desarrollar con estos sencillos pasos.
Paso 1: Identifica tu sentir cuando traspasan tus límites.
Comienza con un "yo me siento" y nombra tu emoción, por ejemplo: "yo me siento enojada y triste", "yo me siento poco valorada", "me siento incómodo/a". Conocer y validar nuestras necesidades es un paso clave para comenzar a aplicar límites adecuados que mantengan relaciones más sanas y satisfactorias.
Paso 2: Identifica las acciones que te lastiman y menciónalas.
Cuando reconoces tus fronteras, es momento de comunicar a la otra persona la conducta que te incomoda. Es importante no juzgar, sino describir el comportamiento. Expresiones como "nunca haces nada", "es que no te importa mi tiempo", "eres desconsiderado/a", "eres egoísta", etc., solo aumentan la necesidad del otro de defenderse y de que deje de escucharnos. Cuando describimos solo aquello que observamos, sin ponerle etiquetas, nos aseguramos de que los demás comprendan qué nos está lastimando y puedan empatizar mejor con nuestro sentir: "noto que sueles llegar hasta 30 minutos después de la hora acordada", "la última vez que hablé contigo, alzaste la voz", "veo que sigues fumando cuando estoy en la misma habitación".
Paso 3: Expresa por qué este límite es importante para ti.
Para fomentar la empatía hacia nuestras propias necesidades y establecer nuestras fronteras, nos ayuda expresar la razón por la cual cierta acción nos hiere. Sé que para muchos podría ser obvia la explicación del por qué algunas acciones dañan; sin embargo, cada persona tiene contextos y valores distintos que provocan diferencias en el concepto de hasta dónde es permitido actuar sin lastimar al otro. Podríamos empezar con frases como "esto es importante para mí porque", "esta acción lastima porque..."; a continuación, completa la frase con tus razones: "gritar o alzar la voz es una agresión directa hacia mi persona", "no estás respetando mi tiempo".
Paso 4: Piensa en una acción que solo dependa de ti.
¿Qué consecuencias puedes aplicar cuando traspasan tu límite? Recuerda que no necesitas que la otra persona cumpla con el límite, sino actuar en consecuencia. Una buena opción es retirarte del lugar: "cuando fumes, me iré de la habitación". Otra opción es cortar la comunicación hasta que la conducta que nos lastima desaparezca, por ejemplo: "cuando alces la voz, colgaré el teléfono". Incluso, puedes cortar un vínculo: "terminaré la relación y no tendré contacto".
Paso 5: Lleva a cabo tu nuevo límite.
Recuerda que los límites no son para lastimar a los demás, sino para protegernos y mantener relaciones más sanas. Para poner un límite no es necesario contar con la aprobación de los demás para que sea válido, es suficiente con que reconozcas que para ti es importante. Una frase que completa los pasos anteriores es: "Me siento molesto/a y poco valorado/a cuando alzas la voz mientras hablamos, esto me lastima porque es una agresión hacia mí. Cuando hagas esto, terminaré la conversación y me retiraré".
Si traspasas tu propio límite, no te culpes; recuerda que aprender una nueva habilidad requiere tiempo. Lo importante es acercarte cada vez más a lo que deseas. Estás haciendo lo mejor que puedes con las herramientas que tienes.
Mtra. Angélica J. García profesional con amplia experiencia en el campo de la salud mental y el bienestar emocional. Su especialidad abarca la regulación emocional, la ansiedad, la depresión, la reducción del estrés, la crianza saludable, la meditación y la autocompasión. Ha adquirido una sólida formación educativa a través de diversas capacitaciones, enfocadas en el enfoque cognitivo conductual, las terapias contextuales y el mindfulness.
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